miércoles, 27 de enero de 2010

ERNESTO PEREZ LOBO, EL MUCHACHOTE DE TELEMADRID

Este muchachote de 1,91 de altura y 120 kilos de peso nació el 5 de septiembre de 1970. A los once años entre el gimnasio Kiofu de su barriada madrileña de Pueblo Nuevo. Su primer título de relieve fue el campeonato de España de 1991 y un año después revalida el entorchado nacional y disputa sus primeros Juegos Olímpicos en Barcelona.
En la Ciudad Condal Ernesto va a tener una destacada actuación, su primer combate olímpico se salda con victoria ante el coreano Kim, unos peligros rivales, por “wazari” para luego con el francés Douillet, un judoca ya consagrado y que llegara a ser campeón europeo, mundial y olímpico, con un rápido “ippon”. Pero el francés, que terminara tercero la competición, le arrastra a la repesca.
En ella vuelve a comenzar con victoria, en esa ocasión ante el británico Gordon, para caer en segunda ronda con el belga Bernveld que le aparta definitivamente de la competición. Ernesto concluye séptimo, diploma olímpico, y con una buena experiencia para sucesivos torneos.
Gana una vez más el nacional del 93 pero en 1994 una lesión y luego el
servicio militar frenan su progresión, pero se resarce un año después ganando
otra vez el titulo nacional, es quinto en el Europeo de Birmingham y logra la
misma plaza en el Mundial de Japón con lo que se gana el pasaporte olímpico. En verano de este año preolímpico decide irse al País del Sol Naciente, cuna del judo, para preparar los Juegos, allí coincide con la selección de Suiza, con la que comparte entrenamientos. Vuelve a España para participar en varios campeonatos y en pleno invierno se marcha de nuevo al Japón.
Esta vez estará mes y medio “hacia un frio impresionante, y no me lleve ropa de abrigo, así que empecé a buscar y me di cuenta de que no había nada de mi talla. Fueron unas semanas muy duras sin poder hablar con nadie “. Pero la experiencia daría sus frutos en Atlanta.
Ernesto no tuvo suerte en el sorteo olímpico, sus rivales en su parte del cuadro eran los más difíciles pero el madrileño no esta por tirar por tierra todo su trabajo, “estoy harto de ganar a campeones y no tocar medalla”.
La primera ronda le enfrenta al turco
Tataroglu, campeón europeo y bronce mundialista. Calentando, Ernesto estaba muy nervioso y se lo comento a sus compañeros, pero una vez en el tatami supo tranquilizarse y lograr la victoria gracias a un “yuko”.
El triunfo sirve para serenar a Ernesto que diez minutos después se mide al subcampeón del mundo, el alemán Moeller, uno de los favoritos al podio. Pero el madrileño estaba enchufado en la competición y consigue ganar por decisión de los jueces, después de un combate muy técnico, uno de los mejores de Pérez Lobo. A partir de ahora todo era más fácil, los dos primeros rivales eran de cuidado, con el riesgo de caer a la primera de cambio.
Un “uchi-mata” de izquierdas sirve para marcar un “ippon” al húngaro Csoz en su combate de tercera ronda, con esta victoria concluye la jornada matinal y Ernesto esta en la final de su parte del cuadro.
El rival en este combate decisivo es el chino Liu. Si Ernesto es grande y fuerte el asiático es una montaña de 2,05 de altura y 180 kilos de peso, sin embargo el madrileño se deshace de él con suma facilidad, poco a poco Ernesto va a cumulando puntos con dos “yukos” y un wazari que le terminan dando un puesto en la final por el oro.
A Ernesto se le saltan las lágrimas, saludo a su oponente y casi tiro las vallas publicitarias para besar a su compañera Sara Álvarez, otra madrileña participante en la categoría de 52 kilos. Ella es una de las personas que siempre ha creído en sus posibilidades. Mientras compañeros, miembros de la delegación española y periodistas agarran a Ernesto del “yudogui”. “estoy muy emocionado, muy emocionado, pero tengo que tranquilizarme” declaraba Pérez Lobo conocedor de que en escasos minutos se tenía que enfrentar al francés Doulliet. Entonces se escucha una voz “que alguien avise a la Reina” Doña Sofía estaba realizando una visita a las instalaciones olímpicas y pocos habían apostado por este fornido muchacho de la capital.
Desgraciadamente la final tuvo muy poca historia Douillet, es el mejor judoca del mundo en ese momento, triple campeón del mundo, y muchísimo más fogueado que el que se enfrento a Ernesto en Barcelona-92. El francés salió lanzado a por el oro que falta en su colección de medallas y Ernesto ya no es el mismo y no pudo mantener la sangre fría con la que combatió anteriormente. En escasos segundos Douillet realiza un “uchi-mata “de derechas, la llave favorita de Pérez Lobo, y el español vuela para caer de espaldas. Es el “ippon” definitivo.
Era igual, no había pasado nada, Ernesto estaba en una nube. Era el primer hombre español, y de momento único, en colgarse una medalla olímpica en judo y lo había logrado en la categoría máxima. Los nervios no permitían a Pérez lobo mantenerse quieto mientras esperaba a la estrega de medallas que se estaba prolongando. Por fin la Reina hace su aparición en el Georgia World Congress Center acompañada del Príncipe Felipe. Apenas unas palabras y al podio.
Una vez recogida su medalla , la primera que gano el deporte español en Atlanta, y un poco más tranquilo Ernesto comentaba el torneo “He trabajado mucho y muy duro en los dos últimos años para llegar a Atlanta en las mejores condiciones y a pesar de que había muchos favoritos por el camino que eliminar, creíamos en nuestras posibilidades” También tenía palabras para Douillet, que a este paso va camino de convertirse en la bestia negra del español “la verdad es que la derrota me supo mal, porque el francés no me cae muy bien, pero esta plata en un gran premio al trabajo de muchos años atrás”.
Para Ernesto comienza un nueva vida pero no parece afectar a la personalidad del madrileño “Voy a seguir siendo el mismo que antes y tan accesible todos como siempre. Solo ha cambiado, dentro de mí, la felicidad inexplicable de añadir este prestigioso resultado a su historial personal”. Y la verdad es que Pérez Lobo lo cumple, vuelve a entrenarse en su gimnasio Kiofu de siempre junto a Carlos Fernández con el que ha mantenido una conversación por el móvil nada más concluir el combate y siguió trabajando como técnico electrónico en Telemadrid donde lleva ya más de siete años. A su vuelta de Atlanta solo se permitió unas cortas vacaciones junto a sus amigos y de nuevo al doble tajo: al pie del tatami y al pie de las noticias. “va a llegar un momento en que no podre compaginar las dos cosas, ahora trabajo siete horas en Telemadrid y otras tantas de entrenamiento”, afirmaba el madrileño en una reunión con periodistas poco antes de los Juegos. Pero siguió intentándolo
En 1997 vuelve a ganar el título nacional, pero pasa el año siguiente en blanco. Llega el 99 un año clave antes de los Juegos de Sídney, para los que hay que ganarse la clasificación. Pero Ernesto la consigue por la vía rápida al proclamarse subcampeón de Europa, perdiendo tan solo el combate final ante otro viejo conocido el turco Tataroglu. Poco después pierde también la final del campeonato nacional ante el canario Aytami Ruano.
A pesar de estas dos derrotas Pérez Lobo se presente a Sídney como uno de los aspirantes al podio después e haber ganado la prueba de la Copa del Mundo de Varsovia y haber sido segundo en la de Praga. Su torneo en la ciudad australiana va a ser prácticamente igual al de su debut en Barcelona. Comienza con una fácil victoria frente al egipcio Baly, ante el que marca tres yukos antes de lograra el “ippon “definitivo. Pero tropieza ante el correoso estonio Pertelson que le gana con dos “wazari”, el estonio se haría más tarde con la medalla de bronce, pero como ha llegado a la semifinal, ello acarrea que Ernesto pueda disputar la repesca. En ella el madrileño parece lanzado y acumula dos victorias consecutivas por “ippon” ante Nguema de Gabón y el brasileño Hernandés, pero vuelve a perder con Tataroglu. El turco se anota un yuko en el ecuador del combate y mantiene la ventaja hasta el último minuto cuando logra un “ippon”, Ernesto pierde así el tren de las medallas. El turco también quedara fuera del podio (5º) mientras el francés Douillet volvía a colgarse el oro. Ernesto termina séptimo, como el Barcelona. Y cierra el ciclo olímpico con una actuación capicúa: séptimo-segundo-séptimo.
Pero no solo es el ciclo olímpico el que se acaba. Al concluir su último asalto Ernesto hace público su retirada del judo de alta competición “Me voy a centrar en mi trabajo en Telemadrid, en el programa dedicado al deporte base en el que intervengo. Este resultado, sin ser el esperado, es excelente en el conjunto de mi carrera, de la que estoy muy orgulloso”. Su divorcio con el yudo no fue fulminante, siguió participando en competiciones de la Liga alemana, y viajo de nuevo a Japón para intervenir en la liga de empresas.
Cuando Madrid inicio la carrera por la nominación olímpica. Ernesto fue uno de los embajadores mas involucrados. Participo activamente en la candidatura del 2012, realizando visitas y exhibiciones. Pero fue en el intento a los Juegos 2016 cuando paso a formar parte del equipo de Mercedes Coghen como coordinador de las 28 federaciones deportivas olímpicas. También fue uno de los que más sufrió con la nominación de rio en lugar de Madrid y es que lo bueno de este muchachote, la única medalla masculina del judo español, es que le pone toda el alma en lo que se involucra.


Extracto del libro de Chema Anes: " MEDALLISTAS OLIMPICOS MADRILEÑOS"

miércoles, 13 de enero de 2010

IVAN AMAYA, LA UNICA MEDALLA CALÉ




El último futbolista madrileño que se ha colgado una medalla olímpica es Iván Amaya Carazo, todo un trotamundos del futbol y la única medalla olímpica española de etnia calé. Iván, natural de la colonia madrileña de San Cristóbal de Los Ángeles, nació el 3 de septiembre de 1978 en el seno de una familia donde el fútbol era casi como una religión. Su hermano mayor, Gabriel, jugó como portero en las categorías inferiores del Rayo vallecano, el club familiar como veremos, y militaría en el Tomelloso. Su hermano pequeño también jugó en el Rayo, y actualmente milita en el Wigan inglés. Así como su primo Yuma, medio centro del Rayo. De pequeños, los tres hermanos, junto a su padre, Curro, jugador del Orcasitas, del Murcia Deportivo y fundador del S. Cristóbal, donde jugaría entre otros un tal Raúl González, pasaban ratos dándole al balón y el fuerte carácter de Iván ya salía a relucir “miramientos con la familia no tenia si jugaba al fútbol- apunta su padre- una vez me dio un codazo disputando un balón, que me dejo sin respiración”. Y es que en su larga carrera deportiva Iván se ha tenido que mediar en varias ocasiones con Antonio, su hermano menor.
Naturalmente Iván se inicia en el fútbol en el equipo del barrio, el C.D.San Cristóbal de Los Ángeles, en 1997 da el primer paso y ficha por el Rayo, el primer año en el equipo “B” y las dos siguientes temporadas en el primer equipo con el que consigue el ascenso a Primera División en la temporada 99-2000. Iván siempre ha manifestado que su mejor recuerdo futbolístico fue aquel partido en Almendralejo donde se conseguía la máxima categoría. Pero no podría disfrutar con “su” Rayo de la Primera División. El At.Madrid se ha fijado en el fuerte central y paga tres millones de euros por su traspaso. La mayor cantidad que ha recibido el cuadro vallecano por un fichaje. Amaya va a permanecer dos temporadas en el club rojiblanco que el va a servir de trampolín para acceder a la selección olímpica. Iñaki Sáez, el seleccionador que mejor ha conocido las categorías inferiores del deporte español, se fija en este central alto y fuerte y lo convoca para la concentración en Puente Viesgo (Santander) antes del viaje a Sídney. Allí Iván se va a encontrar con jugadores ya fogueados en Primera como Capdevilla, Pujol, Marchena, Albelda, Angulo, Tamudo…. La selección se embarca para las antípodas junto a los representantes españoles de natación, remo, taekwondo y gimnasia. Son 30 horas de vuelo que cada uno pasa como puede, los videojuegos y las películas se convierten en protagonistas. Entre medias tres comidas y muchas charlas. Los futbolistas congenian a la perfección con Gervasio Defer. Luego se alegraran mucho con el oro del gimnasta. Primero escala en Singapur para ahora coger un avión distinto porque los futbolistas marchan hacia Adelaida, donde disputaran la primera fase del torneo.
Nada más tomar tierra Iván Amaya se lanza en busca de un ordenador para saber que ha hecho el At.Madrid en la primera jornada de liga. Malas noticas: ha perdido. Ya en el hotel de concentración coinciden con las selecciones de Corea (que comparte grupo) Nigeria y Honduras (pertenecientes al grupo A). Entre todos el ambiente es fenomenal. En los diez días que quedan antes de que comience el torneo olímpico la selección disputa dos encuentros ante combinados de jugadores locales que gana por 7-0 y 4-1 además de buenos paseos por la ciudad y los alrededores de Adelaida.
El día 14 es el debut para el equipo español ante la selección de Corea. Los coreanos practican un fútbol muy rápido y físico pero España sale mentalizada y pronto comienzan las oportunidades. Tamudo da el primer aviso y a los diez minutos, Toni Velamazan anota un golazo. A partir de ese momento la selección española desarbola a los asiáticos y llegaran dos nuevos goles antes del descanso. José Mari (minuto 25) y Xavi en el 36. La segunda parte sobra. Iván Amaya ha jugado el partido completo en el que la defensa española no ha tenido mucho trabajo. Al día siguiente la selección se traslada a Melbourne (la sede de los Juegos de 1956) donde jugara los otros dos partidos de la fase previa. El primero el día 17 les enfrenta a Chile, que en el encuentro inaugural del grupo gano 4-1 a Marruecos. Los chilenos que se han reforzado con Iván Zamorano (en aquel momento en la filas del Inter) forman un gran conjunto, al que muchos consideran un serio candidato a la medalla de oro y lo van a demostrar. España comienza bien y Velamazan disfruta de una gran ocasión pero su cabezazo lo ataja el portero Tapia. Pero mediada la primera parte los chilenos toman las riendas del encuentro. Zamorano y el joven Pizarro comienzan a hacer diabluras que ni Amaya ni el resto de la defensa pueden atajar. Así llega el primer gol andino tras una jugada de Pizarro que regatea a dos jugadores españoles y su centro es rematado por Olarra. Poco antes del descanso Zamorano roba un balón a Marchena y Amaya, se interna hasta la línea de fondo y su centro lo convierte Navia en el 2-0. Los españoles intentan reaccionar en la segunda parte, Lacruz, de rebote, reduce las diferencias y Xavi está a punto de empatar. Pero será de nuevo Navia, con un gran disparo, el que establezca el 3-1 definitivo. Es la primera derrota de la selección olímpica española en dos años. El resultado obliga a ganar a Marruecos en el último partido del grupo. Antes de jugar con los marroquíes los jugadores viven unas horas de convivencia con los emigrantes españoles y los hijos de estos en la Casa de España. Angulo prepara una paella y todos disfrutaron de este momento. Iván Amaya lo recuerda como uno de los más agradables de los 35 días que pasaron en Australia. El día 20 muchos de esos emigrantes estarán en las gradas del Estadio animando a los españoles y ellos les devuelven el cumplido con una victoria que les conduce a los cuartos de final.
Pero no fue un triunfo fácil, España sale a por el partido pero se encuentra con la dureza de los africanos que no deja a la selección española desarrollar su juego. A la media hora, José Mari, que había vuelto al equipo después de perderse el choque ante Chile por lesión, marca el 1-0 con el que se llega al descanso. La tensión continua en al segunda mitad, llegan noticias de que Corea esta ganado a Chile en el otro partido del grupo y ello hace obligatoria la victoria. Hubo más oportunidades pero no sería hasta el último minuto cuando Gabri marcaba el gol de la tranquilidad. Los cuartos de final hay que jugarlos en Sídney, por fin la selección puede empaparse del espíritu olímpico y a los jugadores les encanta. El rival en cuartos será Italia, actual campeona de Europa de la categoría, y que en la fase de grupos solo ha cedido un empate ante Nigeria. El partido resulto tan intenso y complicado como se preveía. Italia, que contaba con jugadores como Gattuso, Zanetti o Pirlo en sus filas, comenzó buscando el gol y obligo a Aranzubia a realizar buenas paradas. El juego se endureció por ambas partes y solo en los últimos compases del primer periodo dio España muestras de peligro. En la segunda parte los españoles toman las riendas y comienzan a llegar a la portería de Abiatti. Sáez mete a Gabri en lugar de Tamudo y el cambio va a dar resultado porque un cabezazo del recién incorporado va a significar el único gol del partido que da a España el paso a la lucha por las medallas. Al final del partido la satisfacción se refleja en la cara de todos los españoles. Iván Amaya asegura que ha cumplido un sueño al derrotar a Italia. Un sueño aplazado desde que vio a los italianos eliminarnos en el Mundial del 94. Amaya tenía entonces 15 años. “Vi ese partido por televisión y se me quedo grabado. Desde entonces, siempre he querido derrotar a los italianos, por lo que le hicieron a Luis Enrique. Es el equipo al que más me ha gustado vencer.” Una vez cumplida la venganza Amaya también refleja la alegría “hace dos años yo estaba jugando en tercera división. Ahora estoy en las semifinales de unos Juegos Olímpicos. No me lo creo. Mi padre acaba de llamarme llorando de la emoción.” El penúltimo rival es Estados Unidos que está realizando un gran torneo. Termino primero en su grupo por delante de Camerún, y ha dejado fuera a Japón, en cuartos de final, en la tanda de penaltis. Los americanos practican un futbol tosco pero muy físico, pero España, bajo la batuta de Xavi, toma el mando y empieza a marcar el ritmo.Tamudo abre el marcador en el minuto 15 y poco después Angulo aumenta la ventaja, en una jugada que sale de los pies de Amaya.
Las dos caras de la final: la alegría de Etoó y la desilusion en los españoles.
Pero poco antes del descanso el propio Angulo lo estropea con una falta tonta que es sancionada con penalti. Los estadounidenses no desaprovechan la ocasión. Afortunadamente España siguió llevando el mando en la segunda parte y amplió la ventaja concuna gol de José Mari. España está en la final donde nos espera Camerún que se ha convertido en la revelación del torneo después de eliminar a Brasil en cuartos y a Chile en la semifinal. España alcanza otra final olímpica en fútbol ocho años más tarde de la triunfal de Barcelona 92 y aunque algunos jugadores si recuerdan al del Camp Nou para Iván Amaya todo es nuevo. “No me acuerdo donde estaba –tenia 14 años- ni tan siquiera de haberla visto”. La final se dividió en tres partes, y no porque hubiera dos tiempos y una prorroga, Sino porque para España fue alegría, sufrimiento y furia.La primera media hora hizo disfrutara a los pocos espectadores españoles presentes en el estadio y a quienes madrugaron para verla por televisión. En el primer minuto Tamudo es objeto de falta y Xavi, con un gran lanzamiento, anota un golazo. Dos minutos después penalti a favor de España, pero Angulo lo lanza flojo y Kameni, un joven portero de 17 años que terminara jugando en el Espanyol, ataja el tiro. Una lástima porque el partido podía estar encarrilado. El encuentro entra en una fase alocada y en ocasiones duro por aparte africana y al borde del descanso Gabri anota el 2-0. El camino hacia el oro parece clarificarse. Pero de la alegría se va a pasar al sufrimiento y en la fatalidad en Iván Amaya.
A los nueve minutos de la segunda parte el central madrileño va a desvira un balón que terminara pro alojarse en la portería de Aranzubia. Poco después comienza el “show” del árbitro
mexicano que expulsa a Gabri por una falta sin peligro en el centro del campo y luego a José Mari por considerara que se ha tirado en el área. En pleno desconcierto Etoo empata. Con nueve contra once solo resta resistir y España se aplica en ello durante los 30 minutos de prolongación. Llega el momento de la furia. La defensa se multiplica y Aranzubia para todo lo que le llega, que es mucho. A pesar del acoso africano la mejor oportunidad de la prorroga la tiene Capdevila, pero su remate se estrella en el poste y es necesario llegar a la tanda de penaltis. Mboma, Xavi. Eto’o y Capdevila anotan los suyos. Geremi, otro jugador que llegara a España, adelanta a Camerún (3-2) y le toca ahora el turno a Iván Amaya, el central, concentrado, se dirige decidido al balón, pero su disparo se va alto. Ya no habrá más fallos y Camerún se hace con el oro ante una heroica España. Caras de desilusión y contrariedad con el arbitraje que se resumen en las palabras de Amaya “Este partido no tenia que haberlo arbitrado un mexicano, sino alguien con más experiencia. Tenia que haber expulsado al central de Camerún y sin embargo ha expulsado a dos de los nuestros. Me fastidia el gol en propia meta y el penalti fallado por mis compañeros pero estoy tranquilo. He hecho un gran campeonato y cuando me han puesto la medalla se me ha olvidado todo.” Pero aquella medalla que abría las puertas a otros compañeros de selección como Xavi, Angulo, Pujol, Marchena, Albelda, Aranzubia o Tamudo - todos ellos en equipos de Primera División y jugando en la selección absoluta- no fue igual de justa con Amaya que permanecería una temporada más en el At.Madrid, en la que jugó solo 15 partidos, para comenzar un periplo de equipos. Primero el Espanyol (una temporada y solo 11 encuentros). Luego el Getafe, donde después en una primera gran temporada con 40 encuentros y hasta un gol, pasa a solo disputar cinco partidos en su segundo año en el conjunto getafeño. De Getafe al Ciudad de Murcia, en segunda división. En la capital murciana va a conocer de todo, un primer año de agonía donde casi se desciende, y dos siguiente temporadas donde el conjunto murciano está a punto de alcanzar la División de Honor y en los que Iván jugó casi al completo (38 y 37 partidos). Los buenos números le llevan a fichar por el Elche que aspira a retornar a Primera. En la temporada 2007-2008 juega 24 partidos pero el conjunto ilicitano solo puede ser decimo y un año después baja dos posiciones y Amaya vuelve a cambiar de aires esta vez para marcharse al Granada donde sigue
manteniendo la tradición futbolística de su familia y guardando con orgullo la medalla que gano allá en las antípodas.